La huella ecológica es un indicador del
impacto ambiental generado por la demanda humana que se hace de los recursos
existentes en los ecosistemas del planeta relacionándola con la capacidad
ecológica de la Tierra de regenerar sus recursos.
Representa el área de tierra o agua
ecológicamente productivos (cultivos, pastos, bosques o ecosistemas acuáticos) (e idealmente también
el volumen de aire), necesarios para generar los recursos necesarios y además
para asimilar los residuos producidos por cada población determinada de acuerdo
a su modo de vida, de forma indefinida.
La medida puede realizarse a muy diferentes
escalas: individuo (la huella ecológica de una persona), poblaciones (la huella
ecológica de una ciudad, de una región, de un país,...), comunidades (la huella
ecológica de las sociedades agrícolas, de las sociedades industrializadas,
etc). El objetivo fundamental de calcular las huellas ecológicas consiste en
evaluar el impacto sobre el planeta de un determinado modo o forma de vida y,
compararlo con la biocapacidad del planeta.
Consecuentemente es un indicador clave para la
sostenibilidad. La economía de subsistencia pesa poco en términos de huella
ecológica. La ventaja de medir la huella ecológica para entender la apropiación
humana está en aprovechar la habilidad para hacer comparaciones. Es posible
comparar, por ejemplo, las emisiones producidas al transportar un bien en
particular con la energía requerida para el producto sobre la misma escala
(hectáreas).
Aplicación y metodologías El análisis
Huella ecológica ha sido aplicado a varios niveles, desde la escala global,
hasta el nivel hogareño. En este estudio, el componente huella ecológica de
Guernsey ha sido calculado y luego usado como una herramienta para explorar la
toma de decisiones.
Esto ha sido hecho considerando la huella ecológica
de pasajeros de viaje, observando datos sobre series de tiempo y el desarrollo
de escenarios. La aproximación componente base, primero documentada por Simmons
y Cambers (1998) y luego por Simmons et al., (2000) es un acercamiento
diferente a la huella ecológica. En lugar de considerar el consumo de materias
primas, este considera el efecto de transporte, energía, agua y desecho. Esta
resultó una estructura más simplificada y educativa con mayor significado a
nivel regional.
Esto es principalmente porque está
construido en torno a actividades que las personas pueden razonar y en las
cuales ellas participan (tal como la producción de desechos y consumo de
electricidad). Simmons y Chambers (1998) calcularon la primera serie de
algoritmos capaces de convertir “Uso de Recursos” a “Área de Tierra
Equivalente”, titulado “Metodología Eco–pionero. En el modelo Componente Base,
el valor de la huella ecológica para ciertas actividades son precalculadas
usando datos de la región estudiada (Simmons et al.,2000). Con el acercamiento
Wackernagel’s, conocido como la Huella Ecológica Compuesta, seis principales
tipos de tierra de espacio productivo son usados: tierra de energía fósil,
tierra arable, pastura, forestal, tierra construible y espacio de mar. El
acercamiento Compuesto considera la demanda humana sobre cada uno de esos tipos
de tierra, para una población dada, donde quiera que esta tierra pueda
estar.
ACTIVIDADES DEL HOMBRE EN LA NATURALEZA
La acción del hombre sobre el planeta ha sido
tan notable, especialmente en el último siglo, que se puede afirmar que no
existe ecosistema que no esté afectado por su actividad. Desde hace milenios el
hombre ha explotado y modificado la naturaleza para subsistir, pero en los
últimos decenios además ha producido miles de sustancias nuevas que se han
difundido por toda la atmósfera, la hidrosfera, los suelos y la biosfera.
Acción del hombre sobre el ecosistema.
Todos los organismos consumidores viven
de la explotación del ecosistema y la especie humana también necesita
explotarlo para asegurar su supervivencia.
De la naturaleza se obtienen los alimentos y a
la naturaleza se devuelven los residuos que generamos con nuestra actividad. La
energía que empleamos la obtenemos, en su mayoría, de la combustión de reservas
de compuestos de carbono (petróleo, carbón, gas) almacenados por el trabajo de
los productores del ecosistema a lo largo de muchos millones de años.
En la actualidad no se puede entender
el funcionamiento de la mayor parte de los ecosistemas si no se la tiene en
cuenta la acción humana. Dado el número de individuos y la capacidad de acción
que tiene nuestra especie en estos momentos la influencia que ejercemos sobre
la naturaleza es enorme. La biomasa humana es del orden de cienmilésimas (10-5)
de la total de la biosfera, pero, cualitativamente, su influencia es muy
fuerte.
Entre las acciones humanas que más influyen en
el funcionamiento de los ecosistemas tenemos:
a) Agricultura y ganadería Cuando se cultivan los
campos, se talan los bosques, se pesca o se cría ganado, se "explota"
al resto de la naturaleza y se provoca su "regresión" en el sentido
ecológico; es decir, el ecosistema se rejuvenece y deja de seguir el proceso de
sucesión natural. Los ecosistemas tienden naturalmente al incremento de
estructura y complejidad, disminuyendo su producción neta cuando están maduros.
El hombre, por el contrario, intenta obtener el máximo rendimiento del
ecosistema, por lo que le interesa mantenerlo en etapas juveniles en las que la
productividad neta es mayor. En las actividades agrícolas y ganaderas se retira
biomasa de los ecosistemas explotados y se favorece a las especies oportunistas
(frecuentemente monocultivos), lo que disminuye la diversidad de especies del
primitivo ecosistema. También se disminuye la diversidad eliminando otros
animales competidores (roedores, lobos, aves, etc.) mediante la caza, el uso de
venenos, etc. El trabajo agrícola afecta también al ecosistema suelo.
Al arar se
mezclan los horizontes del suelo y se rompe la estructura para liberar
nutrientes que puedan usar las plantas. Por otra parte al recoger la cosecha no
se devuelve al suelo los nutrientes y hay que abonar para obtener nuevas
cosechas. La agricultura moderna es un cambio de combustibles fósiles
(petróleo) por alimentos, pues hay que usar gran cantidad de energía para
fabricar fertilizantes y pesticidas, trabajar la tierra, sembrarla, recoger la
cosecha, etc. La oposición profunda entre explotación y sucesión es el punto
crucial de toda la problemática de conservación de la naturaleza. El hombre
necesita producción porque gran parte de lo que consume lo tiene que obtener de
la naturaleza, pero también necesita muchas otras cosas como una atmósfera y
clima regulados por los océanos y las masas de vegetación, agua limpia -es
decir, oligotrófica -; recursos vitales, estéticos y recreativos proporcionados
por el paisaje, etc.. El problema es conseguir el adecuado equilibrio entre
estos factores.
b) Obtención
de energía y materias primas La explotación del petróleo y del gas, la minería
del carbón y del resto de minerales y el transporte de materias primas y
productos terminados suponen también, un fuerte impacto sobre los ecosistemas.
Traen consigo carreteras, grandes movimientos de tierra, sobre todo en la
minería a cielo abierto, concentración y producción de sustancias tóxicas, en
todos los lugares de la tierra y los océanos.
c) Reciclado
de residuos El vertido de residuos es otra fuerte de impacto sobre la
naturaleza. En ocasiones provocan tal concentración de productos tóxicos en un
ecosistema que causa graves daños a los seres vivos. Hablamos de contaminación
o polución para referirnos a estos cambios de las condiciones del ecosistema.
El hombre siempre ha confiado en los sistemas naturales para limpiar y depurar
sus residuos y los ha vertido a ríos, mares y vertederos terrestres. La
capacidad de la naturaleza para reciclar los materiales, diluir los tóxicos y
limpiar el aire y el agua es muy grande, pero la actividad industrial genera
tan gran variedad y cantidad de contaminación que sobrepasa la capacidad
equilibradora y depuradora de la atmósfera. Especial interés tienen los
compuestos que como el DDT se van acumulando en la cadena trófica y llegan a
alcanzar concentraciones muy altas en los tejidos de los consumidores
secundarios o terciarios, provocando importantes alteraciones en su
metabolismo. También veremos con detalle como la emisión de algunos gases en
grandes cantidades a la atmósfera, como el CO2 o los CFC, está produciendo
alteraciones en el funcionamiento normal del clima o de la protección contra
las radiaciones peligrosas. Los miles de nuevos productos químicos sintetizados
en los últimos decenios tienen especial interés, porque al ser muchos de ellos
moléculas que no existían antes son, en ocasiones, difíciles de metabolizar y
reciclar por la naturaleza. Además algunos de ellos son parecidos a moléculas
químicas del metabolismo e interfieren en su funcionamiento, como probablemente
esté pasando con sustancias químicas similares a las hormonas esteroideas.
d) Destrucción de ecosistemas naturales El uso de
recursos por el hombre deja en ocasiones a los ecosistemas sin componentes que
les son imprescindibles. Así sucede cuando desviamos cursos de agua para
usarlos en regadío o abastecimiento de ciudades y el cauce de los ríos queda
sin caudal suficiente para mantener el ecosistema. O cuando se construye en las
zonas del litoral sobre marismas.
e)
Introducción de organismos ajenos al ecosistema La actividad humana mueve
muchas especies de unos lugares a otros. A veces conscientemente y otras sin
querer, al transportar mercancías o viajar de unos sitios a otros. Muchas de
estas especies son beneficiosas por su aprovechamiento agrícola o ganadero,
como la patata y el maíz que fueron introducidas en Europa y son un
importantísimo recurso alimenticio. Otras sirven para controlar plagas. Pero
algunas son muy perjudiciales, porque no tienen depredadores que las controlen
y se convierten en plagas. Siempre hay que tener en cuenta que la alteración
del ecosistema es muy difícil de prever y sus efectos secundarios difíciles de
controlar.
Huella Ecologica 2007